Hace mucho tiempo, los habitantes de
un pequeño pueblo situado en la ladera de una montaña estaban realmente
entristecidos. Y es que todos los jóvenes del lugar tenían miedo de casarse.
La razón era que, cada vez que se celebraba
una boda, esa misma noche se presentaba
el Sisimiqui en la casa de los recién casados y raptaba a la novia para
llevársela a su cueva.
Las cosas no podían seguir así pero
nadie sabía cómo enfrentarse a un ser temible. Juan Valiente era diferente.
Cuando llegó el día de su boda, no temió la visita del Sisimiqui.
Pensaba que con un apellido suyo, el
Sisimiqui no se atrevería siquiera a intentar robarle la novia.
Así pues, se celebró un gran banquete
y después los novios se retiraron felices y confiados.
Pero a medianoche el Sisimiqui entró
en la cabaña y raptó a la mujer.
Alarmados por los gritos de Juan
Valiente, acudieron algunos de sus amigos, tomaron machetes y se internaron en
la montaña. Deseaban vengarse y rescatar a todas las mujeres que en los últimos
años habían desaparecido.
Desconocían la guarida de Sisimiqui.
Tras mucho caminar, se encontraron con tío Águila, y éste se ofreció a
ayudarlos.
Monte adentro se cruzaron también con
tío Jaguar, que les preguntó qué hacían tan lejos del poblado.
Al escuchar su historia, tío Jaguar
comprendió la rabia de los Jóvenes, dio un zarpazo al aire y se ofreció a ir a pelear
contra el Sisimiqui.
De unos matorrales salió entonces tío
Conejo, que había escuchado toda la conversación:
--También yo quiero ir a la cueva del
Sisimiqui---propuso tío Conejo muy serio----para encontrar a vuestras mujeres y
acabar con él de una vez por todas.
Los muchachos se asombraron con tal
propuesta. Eran tan pequeño que con la primera trompada del Sisimiqui el conejo
pasaría a mejor vida. Juan Valiente le agradeció su buena voluntad y, sin ganas
de burlarse por lo apesadumbrado que estaba, le respondió:
---Si no tienes miedo de perder la
vida, ven con nosotros. Y así siguieron su camino.
El primero en ver la cueva del Sisimiqui
fue tío Águila:
---Volaré dentro para ver si el
Sisimiqui está dormido o despierto---propuso----.Yo lo conozco bien: si tiene
los ojos abiertos, es que está dormido, y si los tiene cerrados, es que está despierto.
Al salir de la cueva, gritó: --- ¡Está dormido, pueden entrar!
Juan Valiente entró y vio a todas las
mujeres al fondo, temblando de miedo. Intentó acercarse a su esposa, pero el
Sisimiqui se levantó, y se oyó algo
parecido a un huracán destruyendo todos los árboles de un bosque a su paso.
---- ¡Corran y pónganse a salvo!----gritó
tío Jaguar mientras afilaba sus uñas.
Con un fiero salto se lanzó tío
Jaguar contra el Sisimiqui, pero éste le dio tal paliza en poco rato que lo
dejó casi muerto. Entonces intervino tío
Conejo: ----Déjenme a mí, yo me encargaré de él!
Tío Águila se posó en la copa de un
árbol muy alto para ver la pelea y para acudir en auxilio del pequeño conejo en
caso de emergencia.
Tío Conejo cavó rápidamente nueve
cuevas que se comunicaban una con la otra, y, mientras oía venir la quebrazón
de ramas por el monte, sacó su cuchillo y se ocultó en una de ellas.
El Sisimiqui, que lo había visto,
metió en la cueva su pata para aplastarlo y tío Conejo lo picó con el
cuchillito y salió por otra cuevita. El Sisimiqui dio un alarido que hizo
temblar el monte y buscó a tío Conejo en otra cueva, pero el Conejo salió por un huequito y le cortó la inmensa cola. Furioso y dolorido, el Sisimiqui metió el
hocico en el agujero para darle un buen mordisco pero se quedó atrapado y se
lastimó los ojos. Mientras tío Conejo Salió por otro huequito.
Cuando el Sisimiqui al fin pudo
liberarse, estaba tan maltrecho que decidió huir. Y dando tumbos por aquí y por
allá, se perdió en la montaña y nadie volvió a saber de él.
Desde entonces, en el pueblo de Juan
Valiente invitan a tío Conejo a todas las bodas, donde los novios bailan
felices y despreocupados.
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