TATÚ Y SU CAPA DE FIESTA
En la próxima noche de luna llena, a
orillas del lago Titicaca, iba a tener lugar una gran fiesta.
Las gaviotas andinas volaban de un
sitio a otro anunciando la celebración. Cada vez que esto sucedía, el gran lago se alegraba con la
multitud de animales que llegaban a sus orillas con ganas de divertirse.
Desde días antes, todos y cada uno de
los animales se preparaban con esmero para presumir de su porte ante los demás.
Se acicalaban y limpiaban las plumas y las pieles con aceites especiales para
que estuvieran brillantes y causaran admiración la gran noche de fiesta.
Para esta ocasión, Tatú, el
armadillo, decidió mostrarse deslumbrante.
Como su piel era delgada y no muy
bonita, comenzó a tejer una hermosa capa que le sirviera todo el año, tanto
para la época del calor como para cuando llegaran las frías nieves.
Tatú era buen tejedor y se concentró
en hacer una trama tan fina que parecía una tela de araña. Estaba bastante
adelantado en su labor cuando, cierta tarde, pasó el zorro cerca de su casa y,
al encontrarlo teje que teje, le pregunto: --- ¿Qué haces, Tatú? --- ¡No me
distraigas, que estoy muy ocupado! Como el zorro era muy curioso, insistió: ---Si
no me lo dices, no me voy.
Y se sentó durante diecisiete minutos
a observar al armadillo que, con tanta vigilancia, acabó poniéndose nervioso:
se picó en un dedo, se equivocó dos veces y tuvo que deshacer un buen trozo de la capa.
Finalmente, para quitarse al zorro de
encima, explicó: --¿No ves lo que hago? ¡Tejo mi capa para el día de la fiesta!
El zorro, burlón, comentó: --- ¿Y vas a ir con media capa esta noche?
Tatú levantó los ojos asustado y
exclamó: --¿Dijiste esta noche? ¿Es que ya va a salir luna llena?
---Por supuesto. Dentro de un rato
estaremos todos bailando en la orilla.
--¡Qué horror! ---se lamentó Tatú---.
¿Cómo pudo pasar el tiempo tan rápido?
Siempre me sucede lo mismo: calculo
mal las horas y los días se me vienen encima. Ahora tendré que apurarme si
quiero ir con la capa nueva a la fiesta.
Y, más nervioso aún, empezó a dar
puntadas grandes. En la parte de la capa que llegaba a la colita, decidió que
debía volver a hacer puntadas finas. Cuando se probó la capa, se dio cuenta que
le quedaba floja, pero no le importó porque se sentía muy cómodo. Y con esta
curiosa indumentaria, se encaminó a la fiesta. Llevaba poco rato andando cuando
empezó a llover.
El armadillo resbaló y cayó en un
charco de lodo. --- ¡Sólo me faltaba esto!—dijo al ver su capa enlodada.
Pero como no tenía tiempo de acercarse
al río para lavarla, continuó su camino. Después de la lluvia salió el sol y la capa se secó.
Con el lodo seco, quedó dura como
caparazón color café oscuro con pequeñas manchas.
Al llegar a la fiesta, el aspecto de
Tatú causó sensación:
--- ¡Qué original! ---le dijeron aquí
y allá--. ¡A nadie se le hubiera ocurrido venir así!
Y tanta fue la admiración que
despertó que, pese a la mala suerte que
había tenido ese día y a las
consecuencias inesperadas, decidió dejarse la capa de fiesta puesta para
siempre.
Un último detalle le convenció de la
excelencia de su recién estrenada indumentaria: después de bailar toda la
noche, agotado con tanta excitación, se hizo una bolita y, protegido por su
dura capa, rodó cuesta abajo hasta la puerta de su casa. ¡Y sin dar un solo paso!
Desde entonces, Tatú, el armadillo,
no se quita su curiosa capa ni para dormir.
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