jueves, 30 de enero de 2014

El canto de la chicharra

En las noches de luna luminosa, la chicharra solía posarse sobre una rama de “huele de noche”, levantaba las antenas y cantaba una hermosa canción para que la oyeran hasta las estrellas.

---- ¡Qué bien cantas, chicharra!---le comentó la luna embelesada en una ocasión.--- No andarás buscando novia….

---Sí, busco novia—respondió la chicharra triste---, pero por más que canto, no hay quien me quiera.

---Cómo es eso posible? ¡Tienes cientos de admiradoras!

La chicharra macho pasó el resto de la noche haciendo un recuento de los insectos que podían quererlo:

“les gusto a las avispas y a las abejas”, pensó, “pero zumban y pican.

A las arañas también, pero tejen peligrosas telarañas. Y luego están las garrapatas… ¡qué horror!: ni catan y, además, chupan sangre”.

Cuando el sol no había pegado ojo, pidió a todos los pájaros diurnos que no cantaran para proteger su sueño.

El bosque guardó un silencio respetuoso, salvo un insecto pequeñito que llegó del otro lado del río y se dispuso a demostrar sus habilidades cantoras.

--¡Cállate enseguida!—susurraron todos los animales---.Nuestro cantante favorito no ha dormido de noche, ahora descansa y lo vas a despertar.

--¡Chiquirrín, chiquirín, chiquirín!---seguía el insecto con la voz en cuello.

Sin atender a razones, voló hasta la rama del “huele de noche”, donde dormía la chicharra. Ésta, con el escándalo, se despertó.

--¿Chiquirrín?---preguntó desperezándose--. ¿Pero qué canción ésa que yo nunca había oído?

---Chiquirrín eres tú y chiquirín soy yo…---respondió la nueva amiga mientras emanaba de ella un fuerte perfume que hizo temblar a su compañero de pies a cabeza. Al reconocerse, se tomaron de las patas y, mirándose fijamente a los ojos, entonaron a dos voces el “chiquirín, chiquirín, chiquirín”. Felices, no dejaron de cantar durante todo el día.

--Estamos enamorados—concluyó él---; ¿qué te parece si nos casamos, compartimos esta rama y cantamos todos los días…?

--- ¡Acepto, chiquirín! Cruzaré el río para comunicar a todos mis amigos tan feliz noticia---y con un frote de antenas sellaron su amor y se despidieron.

Pero los demás animales del bosque estaban hartos de tanto chiquirín.

Su gran cantante no podía casarse con alguien que sólo supiera cantar chiquirín.

Hicieron una asamblea y se decidió que la araña tejiera una telaraña en la rama del níspero que se asoma a la otra orilla del río. La chiquirrina tenía que pasar  por ahí de regreso al lado de su amado y, tal como previeron, cayó en la trampa de la telaraña.

--¡Chiquirrín, chiquirín…!—cantaba el novio para entretener la espera, mientras las horas pasaban. Llegó la noche, salió la luna y su amada no apareció. El chiquirín comenzó a hinchar la panza todo lo que podía para gritar con más fuerza. Pensaba que quizá así la chiquirrina lo oiría al otro lado del río.

--- ¡Chiquirrín, chiquiríiiiiiiiiin! ¡Chiquirríiiiiiiin…Poc.

Después, cesó la canción de la chicharra. Una hormiga se acercó al lugar para averiguar que había sido el “poc” con el que terminó la canción.

Vio con espanto que la chicharra había reventado.

Desde entonces, cuenta la leyenda, las chicharras cantan de amor hasta que revientan.

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