sábado, 8 de junio de 2013

PARA HACERNOS ENTENDER DE LOS HIJOS

No existe padre de  familia que se proponga mortificar día a día a sus hijos, Sin embargo como no sabemos hacernos entender debidamente de los niños, decimos y hacemos cosas que hubiéramos  querido evitar. Nos sorprendemos a nosotros mismos diciendo cosas que no sentimos y en tono inclusive que nos desagrada.Para darnos a entender de los hijos y disminuir las decepciones paternas, necesitamos aprender a conversar con los niños de manera adecuada.Un observador que escuche una conversación entre un niño y su padre, podrá advertir el poco interés con que se escuchan el uno al otro. La conversación parece más la mezcla de dos monólogos formados el uno de censura y órdenes mientras que el otro de negativas y ruegos.
Esto no sucede por falta de cariño, sino en la ausencia de mutuo respeto no en la falta de inteligencia sino en la carencia de habilidad.Para hacerse entender de los hijos se exige en toda conversación con ellos se respete el amor propio del niño y del padre.Por ejemplo, Enrique que ya tiene nueve años, volvió de la escuela a casa, furioso porque un día de campo organizado por su clase se había suspendido a causa de la lluvia. Generalmente, cuando Enrique se pone de mal humor se iba la tranquilidad de todos en casa.  Pero su madre decidió abstenerse de  recurrir a frases que anteriormente solo servían para empeorar las cosas. (“No vale la pena llorar; ya tendrás muchas ocasiones para divertirte”; o bien: “yo no eh sido quien hizo llover; entonces ¿Por qué la tomas con migo?”) En cambio le dijo:-Parece que estas muy enojado.-Si – repuso Enrique-Tenías todo listo cuando esa desdichada lluvia lo arruino todo ¿eh?-Sí, eso es precisamente – reconoció Enrique. Y después de un momento de silencio, agregó: ¡Bah! Ya será  otro día.Su cólera se fue y el niño se pasó todo el día ayudando a su madre.Quien se proponga aconsejar o consolar a un niño primero debería demostrar que lo comprende y lo respeta, cuando un niño dice “no puedo con las matemáticas” poco sirve que no se tenga en cuenta su opinión o se le haga una reflexión superficial, como: “si estudiaras más lo harías mejor”. Con esto solo  se consigue disminuir su confianza en sí mismo e intensificar su irritación.El niño acogería tu opinión con interés y compresión si le dijeras “si la matemática te es tan difícil, hay que trabajar mucho para dominarla. Tal vez te preocupa que la pierdas y causarnos una desilusión, pero estamos seguros que harás cuanto puedas.Los hijos nos quieren y a la vez nos guardan rencor. Experimentan lo que los psiquiatras llaman una ambivalencia de sentimientos hacia sus padres, maestros, y cuantos ejercen una autoridad en ellos. Donde hay cariño siempre hay algo de rencor, todo efecto profundo encierra algo de hostilidad. A fin de evitar conflictos innecesarios es preciso hacerle saber a los niños que esos sentimientos son normales y naturales; así el niño entenderá que si sus sentimientos confusos son comprendidos eso quiere decir que no son tan confusos.En conclusión, a los niños les es muy difícil dominar impulsos socialmente inaceptables. Sus padres deben de ser aliados del niño en la lucha de que este sostiene para dominar esos impulsos. Al fijar límites al niño el padre brinda ayuda. Además de poner control a un comportamiento peligroso, la restricción establecida por el padre transmite al hijo una callada certidumbre: “No tengas miedo de tus impulsos. Yo no te dejaré ir demasiado lejos, pues te quiero mucho. No corres ningún peligro”.
Dr. Haim Ginott “Between Parent and Child”Tomado de la Revista Selecciones, Junio de 1969.Resumido por Johana Angulo Montoya    

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